Sigo con atención los resultados, documentos
y análisis que emanan de los diferentes eventos relacionados con la educación
superior en América Latina. En su gran mayoría, estos vienen a confirmar la
tesis de que los procesos de internacionalización universitaria en la región
muestran un nivel de retraso significativo en comparación con los procesos que
se desarrollan en otras regiones del mundo. De la misma forma, de estos se
desprende también que la internacionalización es un tema que ha ganado en
relevancia e interés dentro de las comunidades universitarias, aunque ese
reconocimiento, sin dudas necesario, se revele insuficiente y lo que nos quede
en concreto sea la idea de que cuando de internacionalización universitaria se
trata, hay mucho ruido y pocas nueces, para ilustrarlo con una frase bien
conocida del refranero popular.
No quiero decir con esto que en torno a la
internacionalización exista una especie de bluf o mero montaje propagandístico.
Creo sinceramente en la voluntad que existe en muchas instituciones por
impulsar la dimensión internacional de sus procesos y conozco no pocos profesionales
con los que he colaborado a lo largo de estos años que de forma dedicada se
dejan la piel en sus instituciones con ese fin. Profesionales que en su
actividad diaria enfrentan un sinnúmero de limitaciones, dificultades y hasta
de incomprensiones de sus propias comunidades universitarias que hacen su
trabajo en pro de la internacionalización y la cooperación internacional mucho
más complejo de lo que ya resulta en condiciones normales por tener que
interactuar con entornos que son extremamente diversos, cambiantes y
competitivos.
Obviamente, existen muchas y diversas razones
para que la semilla de la internacionalización universitaria no haya encontrado
hasta el momento tierra demasiado fértil en América Latina. Desafortunadamente,
no hay mucha literatura ni estudios o investigaciones sobre el tema de la
internacionalización en la región, incluso es bien difícil encontrar datos fidedignos
que permitan hacer análisis comparativos o contrastar modelos, estructuras y
procesos. Sin embargo, cuando organizaba mis ideas para escribir este artículo,
he releído mis apuntes y algunos fragmentos que había marcado de un libro que
considero de obligatoria lectura para todos los que se dedican a la
internacionalización de la educación superior en América Latina. Es un libro
publicado en el 2005 por el Banco Mundial que se tituló “Educación Superior en América Latina: La dimensión internacional”.
Este libro, que contó con la participación de
un selecto grupo de expertos en el tema de diferentes países de la región y que
encabezaron los internacionalmente reconocidos Hans de Wit, Isabel Cristina
Jaramillo, Jocelyne Gacel-Avila y Jane Knight, constituye uno de los trabajos
más completos que se han publicado sobre la internacionalización universitaria
en el contexto específico de América Latina y nos describe una realidad que
aunque necesita ser retocada después de casi un decenio de su publicación no
dista mucho del panorama actual, lo que constituye una muestra fehaciente del
estancamiento de la región y de su progresivo distanciamiento en el tema con
respecto a las instituciones y los sistemas de educación superior de otras
regiones del mundo.
Por eso, tomando como referencia las tesis
defendidas por estos expertos en este estudio y atemperándolas con mi visión personal sobre la situación actual
me atreveré a formular algunas recomendaciones de acciones clave que deben ser
implementadas para que la internacionalización de la educación superior en
Latinoamérica pueda ganar la consistencia y dinamismo necesarios para
convertirse en la bujía de un movimiento que coloque a las universidades
latinoamericanas en el epicentro del desarrollo económico y social de la
región.
Confieso que mi idea inicial era construir un
árbol de problemas en el que se reflejase la relación causa-efecto entre los
diferentes elementos que inciden en esta problemática, pero desistí rápidamente
porque son muchos los componentes que colisionan y en su gran mayoría resulta
complejo establecer una relación lógica de causalidad entre ellos. En cualquier
caso, queda aquí la idea porque pienso que podría ser un ejercicio interesante
de reflexión para el diseño de un proyecto futuro que cuente con un equipo
amplio y representativo de profesionales interesados en profundizar en los
vericuetos de la internacionalización de la educación superior en América
Latina.
Analicemos entonces aquellos que considero
los principales elementos y que como ya referí están tan estrechamente
relacionados que resulta difícil discernir sus límites para analizarlos como
componentes independientes:
Se requiere disponer
de una definición clara de estrategias y políticas relacionadas con la
educación superior, en general, y su internacionalización, en específico, tanto
a nivel regional como nacional
Los bloques regionales que más han avanzado
en internacionalización disponen de estrategias y políticas bien estructuradas
en las que esta se ha puesto en el centro de las prioridades educativas e
investigativas. Incluso estos bloques y sus estados naciones apuestan
decididamente en las universidades como actores de primer orden en la
instrumentación de las estrategias nacionales de política exterior.
Ante esta realidad, América Latina no puede
continuar huérfana de políticas gubernamentales que fomenten e impulsen la
internacionalización de la educación superior y es necesario que tanto las
asociaciones gubernamentales regionales como los gobiernos a nivel nacional impulsen
y promulguen políticas públicas que dinamicen la educación superior y regulen
la internacionalización de la enseñanza universitaria en el sentido de eliminar
barreras que hoy continúan dificultando desde el punto de vista operativo y legal
la libre movilidad de actores universitarios. En este sentido, hay mucho
trabajo por realizar en lo concerniente al diseño de planes de estudio más
flexibles y que se adapten mejor a los requerimientos del mercado laboral, a la
formación de profesionales con una visión global, al reconocimiento y
homologación oficial de estudios, grados y diplomas obtenidos en el extranjero,
la flexibilización de políticas de inmigración, la contratación de profesores e
investigadores de otras nacionalidades para integrar los claustros de las
instituciones y el establecimiento de políticas gubernamentales de incentivo para
atraer a las universidades a jóvenes estudiantes de otros países y regiones.
Resulta
literalmente impostergable la puesta en marcha de un gran programa de
cooperación educacional y científico de alcance regional
Estrechamente relacionado con el elemento
anterior, es evidente que la educación superior en la región adolece de un
programa autóctono, un programa gestado, financiado y estructurado desde y para
América Latina. Un programa que responda a los problemas y necesidades de la
región y que ponga en contacto a través de redes, proyectos, becas y otras
acciones de intercambio a lo más destacado del enorme talento que existe en sus
universidades. En este tipo de programas es esencial que participen
armónicamente todos los sectores de las comunidades universitarias, con
especial énfasis en los estudiantes de pregrado y postgrado, profesores y
personal de investigación.
Los escasos programas que han existido en el
contexto de América Latina, como ESCALA de la AUGM o el Programa de movilidad
de la Red de Macrouniversidades, son el mejor testimonio de la viabilidad de
estas iniciativas, porque sus resultados han sido positivos. Desafortunadamente,
el alcance de estos ha sido limitado y han beneficiado a una ínfima parte de
las comunidades universitarias a las que están dirigidos. Como he manifestado
antes en otros artículos, se impone un gran pacto regional en pro de la
educación superior y es necesario que los mandatarios latinoamericanos aúnen
voluntades y encuentren los recursos necesarios para poner en marcha un plan de
acción concreto que catalice la tan necesaria cooperación académica y
científica en el ámbito regional, porque ese es el camino más expedito para
consolidar la integración y es un requisito sine
qua non para participar y competir exitosamente a escala global.
Invertir en la
educación superior es la clave de la transformación
La ecuación es simple, sin inversión no hay
desarrollo y por tanto una financiación adecuada es trascendental y decisoria
para la salud de los sistemas de educación superior de la región y ya sabemos
de antemano que este es uno de sus talones de Aquiles. Sin minimizar la responsabilidad insoslayable
y de primerísimo orden de la financiación pública, que debe multiplicarse y
emplearse de manera más eficiente, se hace también necesario complementar los
fondos gubernamentales con recursos financieros provenientes de diferentes
sectores. En este sentido, es primordial que se establezca el marco legal para
que las universidades puedan diversificar e innovar en la captación de los
recursos esenciales para su propio desarrollo, lo que en muchos lugares
continúa siendo extremamente difícil de implementar.
El contexto actual de la educación superior
esta cada vez más marcado por un modelo de universidad que se distingue por su
capacidad emprendedora. Una universidad en que la visión empresarial tiene que
ser asumida sin resquemores y preconceptos, porque su objetivo primordial es
tributar al fortalecimiento institucional a través de soluciones innovadoras
que respondan a los desafíos y dificultades que las instituciones encuentran en
su quehacer diario. Una universidad
emprendedora es perfectamente conciliable con la misión pública y de
responsabilidad social atribuida a las instituciones de educación superior.
En estos tiempos, es necesario establecer
mecanismos que permitan y faciliten que la universidad de forma regulada pueda
ofertar sus servicios universitarios. El montaje de cursos en el exterior, ofertas
de formaciones a la medida de clientes, entrenamientos especializados,
asesorías, consultorías, así como todo el proceso vinculado a la
comercialización de la investigación y el conocimiento, la propiedad intelectual,
la transferencia de tecnología y el desarrollo de empresas de base tecnológica
al amparo de la universidad constituyen vías de ingreso que tienen que ser
incentivadas y que constituyen activos valiosos que la educación superior
latinoamericana tiene que explotar como forma de contribuir al desarrollo
socioeconómico de la región y como alternativa para la captación de ingentes
recursos que demanda la educación contemporánea. Los recursos provenientes de
estas actividades pueden transformarse en mejores infraestructuras físicas,
académicas y tecnológicas, en laboratorios mejor equipados, en fondos
disponibles para invertir en la superación y formación de profesores e
investigadores, así como en la contratación de profesores e investigadores
extranjeros o en mejores condiciones salariales para los recursos humanos ya
contratados. Condiciones todas esenciales no solo para mejorar la calidad de
los servicios universitarios, sino también primordiales para que las
universidades sean más competitivas y atractivas como potenciales socias en
proyectos y redes de carácter internacional y como destino de estudiantes e
investigadores extranjeros interesados en internacionalizar su curriculum
profesional.
Se impone un
cambio de la cultura institucional y la estructura organizacional con relación
a la internacionalización
Por regla general, a las personas, y por
consiguiente a las instituciones, les cuesta mucho trabajo acompañar y
adaptarse al ritmo de los cambios que se producen en sus entornos y esto se
refleja de manera acentuada en la forma en que las universidades están
organizadas, en cómo estructuran sus procesos y cómo se toman las decisiones.
Para muchas universidades latinoamericanas sus estructuras actuales constituyen
un freno para la implantación de procesos ágiles como los que demanda el
trabajo vinculado a la internacionalización. Su organización esencialmente
jerárquica, centralizada y altamente burocrática instala muchas veces modelos
de gestión que están más cerca del inmovilismo institucional que de modelos
dinámicos capaces de responder eficientemente a los desafíos de un entorno
exterior altamente diverso y mutante en el que es necesario adoptar un enfoque
específico para dar respuesta a las demandas de cada interlocutor.
Sobre este tema también ya he escrito en
otras oportunidades pero en esencia aquello que me gustaría reiterar es la idea
de que no es posible proyectarnos al futuro siguiendo las mismas recetas y
fórmulas que hemos utilizado durante tanto tiempo, especialmente cuando su
nivel de efectividad resulta cuando menos dudoso. En materia de
internacionalización hay mucho trabajo por hacer dentro de las instituciones de
educación superior. Una planeación estratégica y organizacional que priorice
una agenda internacional coherente con las estrategias, políticas y prioridades
institucionales, el fomento de una cultura de proyectos dentro de las
instituciones, la profesionalización de los recursos humanos directamente
vinculados a las unidades responsables por la internacionalización, el empoderamiento
de los servicios de relaciones internacionales dentro de la estructura
institucional, una mejor gestión de la información de interés para las
actividades de internacionalización y el monitoreo y evaluación sistemáticos
del impacto de las acciones internacionales son algunos de los aspectos más
importantes que deberán ser promovidos a nivel institucional si se quiere
transformar el panorama desfavorable
existente en estos momentos para las universidades latinoamericanas en su puja
por abrirse un espacio en el competitivo mercado de la educación superior
internacional.
Conclusiones
De alguna manera, el panorama imperante nos
hace pensar que en muchos aspectos la educación superior latinoamericana no ha
sido capaz de quitarse de encima el lastre de sus orígenes coloniales. En su
ADN parece permanecer aún inoculado el síndrome de la periferia. Mientras no se
disponga de una estrategia clara, de una agenda propia, no se invierta en el
desarrollo de las instituciones y se continúe considerando esencialmente a la
internacionalización y la cooperación internacional como medios para obtener
fondos de terceros que financien las actividades propias será bien difícil para
América Latina despegar en materia de internacionalización porque se continuará
apostando por un modelo que nace cautivo, cercenado, dependiente y carente de
autonomía.
Como señala Jane Knight en el libro antes
referido (p.14): Sin una clara y precisa definición “de políticas, un plan de estrategias y un sistema de monitoreo y evaluación,
el proceso de internacionalización es con frecuencia una respuesta ad hoc, de
reacción y fragmentada al abrumador número de oportunidades internacionales
disponibles”. Oportunidades que ni siempre tributan a las prioridades,
necesidades e intereses de nuestras instituciones y países.
En lo personal, soy un convencido de la
capacidad y enorme potencial existente en América Latina. Creo sinceramente que
existen condiciones para obrar grandes transformaciones en la región y no tengo
dudas del rol protagónico que deben desempeñar las universidades en ese
proceso. Esperemos que los líderes políticos de la región tengan la visión para
conferirles el apoyo que estas requieren, que los directivos universitarios
tengan la capacidad de impulsar los cambios que son necesarios y que las
comunidades universitarias tengan la fuerza y el vigor suficiente para asumir
el enorme compromiso de construir una universidad latinoamericana acorde a
estos tiempos.
Carlos Alberto, estoy de acuerdo con tu artículo. En mi modesta experiencia, en muchas IES de América Latina, existen carencias de políticas y planes institucionales en materia de internacionalización, aunque paradógicamicamente tenga visibilidad internacional o actividades internacionales, pero como sabemos eso no es internacionacionalización de ES.
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