4 mar 2014

¿Qué hacer para que despegue la internacionalización universitaria en América Latina?

Sigo con atención los resultados, documentos y análisis que emanan de los diferentes eventos relacionados con la educación superior en América Latina. En su gran mayoría, estos vienen a confirmar la tesis de que los procesos de internacionalización universitaria en la región muestran un nivel de retraso significativo en comparación con los procesos que se desarrollan en otras regiones del mundo. De la misma forma, de estos se desprende también que la internacionalización es un tema que ha ganado en relevancia e interés dentro de las comunidades universitarias, aunque ese reconocimiento, sin dudas necesario, se revele insuficiente y lo que nos quede en concreto sea la idea de que cuando de internacionalización universitaria se trata, hay mucho ruido y pocas nueces, para ilustrarlo con una frase bien conocida del refranero popular.

No quiero decir con esto que en torno a la internacionalización exista una especie de bluf o mero montaje propagandístico. Creo sinceramente en la voluntad que existe en muchas instituciones por impulsar la dimensión internacional de sus procesos y conozco no pocos profesionales con los que he colaborado a lo largo de estos años que de forma dedicada se dejan la piel en sus instituciones con ese fin. Profesionales que en su actividad diaria enfrentan un sinnúmero de limitaciones, dificultades y hasta de incomprensiones de sus propias comunidades universitarias que hacen su trabajo en pro de la internacionalización y la cooperación internacional mucho más complejo de lo que ya resulta en condiciones normales por tener que interactuar con entornos que son extremamente diversos, cambiantes y competitivos.

Obviamente, existen muchas y diversas razones para que la semilla de la internacionalización universitaria no haya encontrado hasta el momento tierra demasiado fértil en América Latina. Desafortunadamente, no hay mucha literatura ni estudios o investigaciones sobre el tema de la internacionalización en la región, incluso es bien difícil encontrar datos fidedignos que permitan hacer análisis comparativos o contrastar modelos, estructuras y procesos. Sin embargo, cuando organizaba mis ideas para escribir este artículo, he releído mis apuntes y algunos fragmentos que había marcado de un libro que considero de obligatoria lectura para todos los que se dedican a la internacionalización de la educación superior en América Latina. Es un libro publicado en el 2005 por el Banco Mundial que se tituló “Educación Superior en América Latina: La dimensión internacional”.

Este libro, que contó con la participación de un selecto grupo de expertos en el tema de diferentes países de la región y que encabezaron los internacionalmente reconocidos Hans de Wit, Isabel Cristina Jaramillo, Jocelyne Gacel-Avila y Jane Knight, constituye uno de los trabajos más completos que se han publicado sobre la internacionalización universitaria en el contexto específico de América Latina y nos describe una realidad que aunque necesita ser retocada después de casi un decenio de su publicación no dista mucho del panorama actual, lo que constituye una muestra fehaciente del estancamiento de la región y de su progresivo distanciamiento en el tema con respecto a las instituciones y los sistemas de educación superior de otras regiones del mundo.

Por eso, tomando como referencia las tesis defendidas por estos expertos en este estudio y atemperándolas con  mi visión personal sobre la situación actual me atreveré a formular algunas recomendaciones de acciones clave que deben ser implementadas para que la internacionalización de la educación superior en Latinoamérica pueda ganar la consistencia y dinamismo necesarios para convertirse en la bujía de un movimiento que coloque a las universidades latinoamericanas en el epicentro del desarrollo económico y social de la región.

Confieso que mi idea inicial era construir un árbol de problemas en el que se reflejase la relación causa-efecto entre los diferentes elementos que inciden en esta problemática, pero desistí rápidamente porque son muchos los componentes que colisionan y en su gran mayoría resulta complejo establecer una relación lógica de causalidad entre ellos. En cualquier caso, queda aquí la idea porque pienso que podría ser un ejercicio interesante de reflexión para el diseño de un proyecto futuro que cuente con un equipo amplio y representativo de profesionales interesados en profundizar en los vericuetos de la internacionalización de la educación superior en América Latina.

Analicemos entonces aquellos que considero los principales elementos y que como ya referí están tan estrechamente relacionados que resulta difícil discernir sus límites para analizarlos como componentes independientes:

Se requiere disponer de una definición clara de estrategias y políticas relacionadas con la educación superior, en general, y su internacionalización, en específico, tanto a nivel regional como nacional

Los bloques regionales que más han avanzado en internacionalización disponen de estrategias y políticas bien estructuradas en las que esta se ha puesto en el centro de las prioridades educativas e investigativas. Incluso estos bloques y sus estados naciones apuestan decididamente en las universidades como actores de primer orden en la instrumentación de las estrategias nacionales de política exterior.

Ante esta realidad, América Latina no puede continuar huérfana de políticas gubernamentales que fomenten e impulsen la internacionalización de la educación superior y es necesario que tanto las asociaciones gubernamentales regionales como los gobiernos a nivel nacional impulsen y promulguen políticas públicas que dinamicen la educación superior y regulen la internacionalización de la enseñanza universitaria en el sentido de eliminar barreras que hoy continúan dificultando desde el punto de vista operativo y legal la libre movilidad de actores universitarios. En este sentido, hay mucho trabajo por realizar en lo concerniente al diseño de planes de estudio más flexibles y que se adapten mejor a los requerimientos del mercado laboral, a la formación de profesionales con una visión global, al reconocimiento y homologación oficial de estudios, grados y diplomas obtenidos en el extranjero, la flexibilización de políticas de inmigración, la contratación de profesores e investigadores de otras nacionalidades para integrar los claustros de las instituciones y el establecimiento de políticas gubernamentales de incentivo para atraer a las universidades a jóvenes estudiantes de otros países y regiones.

Resulta literalmente impostergable la puesta en marcha de un gran programa de cooperación educacional y científico de alcance regional

Estrechamente relacionado con el elemento anterior, es evidente que la educación superior en la región adolece de un programa autóctono, un programa gestado, financiado y estructurado desde y para América Latina. Un programa que responda a los problemas y necesidades de la región y que ponga en contacto a través de redes, proyectos, becas y otras acciones de intercambio a lo más destacado del enorme talento que existe en sus universidades. En este tipo de programas es esencial que participen armónicamente todos los sectores de las comunidades universitarias, con especial énfasis en los estudiantes de pregrado y postgrado, profesores y personal de investigación.

Los escasos programas que han existido en el contexto de América Latina, como ESCALA de la AUGM o el Programa de movilidad de la Red de Macrouniversidades, son el mejor testimonio de la viabilidad de estas iniciativas, porque sus resultados han sido positivos. Desafortunadamente, el alcance de estos ha sido limitado y han beneficiado a una ínfima parte de las comunidades universitarias a las que están dirigidos. Como he manifestado antes en otros artículos, se impone un gran pacto regional en pro de la educación superior y es necesario que los mandatarios latinoamericanos aúnen voluntades y encuentren los recursos necesarios para poner en marcha un plan de acción concreto que catalice la tan necesaria cooperación académica y científica en el ámbito regional, porque ese es el camino más expedito para consolidar la integración y es un requisito sine qua non para participar y competir exitosamente a escala global.

Invertir en la educación superior es la clave de la transformación

La ecuación es simple, sin inversión no hay desarrollo y por tanto una financiación adecuada es trascendental y decisoria para la salud de los sistemas de educación superior de la región y ya sabemos de antemano que este es uno de sus talones de Aquiles.  Sin minimizar la responsabilidad insoslayable y de primerísimo orden de la financiación pública, que debe multiplicarse y emplearse de manera más eficiente, se hace también necesario complementar los fondos gubernamentales con recursos financieros provenientes de diferentes sectores. En este sentido, es primordial que se establezca el marco legal para que las universidades puedan diversificar e innovar en la captación de los recursos esenciales para su propio desarrollo, lo que en muchos lugares continúa siendo extremamente difícil de implementar.

El contexto actual de la educación superior esta cada vez más marcado por un modelo de universidad que se distingue por su capacidad emprendedora. Una universidad en que la visión empresarial tiene que ser asumida sin resquemores y preconceptos, porque su objetivo primordial es tributar al fortalecimiento institucional a través de soluciones innovadoras que respondan a los desafíos y dificultades que las instituciones encuentran en su quehacer diario.  Una universidad emprendedora es perfectamente conciliable con la misión pública y de responsabilidad social atribuida a las instituciones de educación superior.

En estos tiempos, es necesario establecer mecanismos que permitan y faciliten que la universidad de forma regulada pueda ofertar sus servicios universitarios. El montaje de cursos en el exterior, ofertas de formaciones a la medida de clientes, entrenamientos especializados, asesorías, consultorías, así como todo el proceso vinculado a la comercialización de la investigación y el conocimiento, la propiedad intelectual, la transferencia de tecnología y el desarrollo de empresas de base tecnológica al amparo de la universidad constituyen vías de ingreso que tienen que ser incentivadas y que constituyen activos valiosos que la educación superior latinoamericana tiene que explotar como forma de contribuir al desarrollo socioeconómico de la región y como alternativa para la captación de ingentes recursos que demanda la educación contemporánea. Los recursos provenientes de estas actividades pueden transformarse en mejores infraestructuras físicas, académicas y tecnológicas, en laboratorios mejor equipados, en fondos disponibles para invertir en la superación y formación de profesores e investigadores, así como en la contratación de profesores e investigadores extranjeros o en mejores condiciones salariales para los recursos humanos ya contratados. Condiciones todas esenciales no solo para mejorar la calidad de los servicios universitarios, sino también primordiales para que las universidades sean más competitivas y atractivas como potenciales socias en proyectos y redes de carácter internacional y como destino de estudiantes e investigadores extranjeros interesados en internacionalizar su curriculum profesional.

Se impone un cambio de la cultura institucional y la estructura organizacional con relación a la internacionalización

Por regla general, a las personas, y por consiguiente a las instituciones, les cuesta mucho trabajo acompañar y adaptarse al ritmo de los cambios que se producen en sus entornos y esto se refleja de manera acentuada en la forma en que las universidades están organizadas, en cómo estructuran sus procesos y cómo se toman las decisiones. Para muchas universidades latinoamericanas sus estructuras actuales constituyen un freno para la implantación de procesos ágiles como los que demanda el trabajo vinculado a la internacionalización. Su organización esencialmente jerárquica, centralizada y altamente burocrática instala muchas veces modelos de gestión que están más cerca del inmovilismo institucional que de modelos dinámicos capaces de responder eficientemente a los desafíos de un entorno exterior altamente diverso y mutante en el que es necesario adoptar un enfoque específico para dar respuesta a las demandas de cada interlocutor.

Sobre este tema también ya he escrito en otras oportunidades pero en esencia aquello que me gustaría reiterar es la idea de que no es posible proyectarnos al futuro siguiendo las mismas recetas y fórmulas que hemos utilizado durante tanto tiempo, especialmente cuando su nivel de efectividad resulta cuando menos dudoso. En materia de internacionalización hay mucho trabajo por hacer dentro de las instituciones de educación superior. Una planeación estratégica y organizacional que priorice una agenda internacional coherente con las estrategias, políticas y prioridades institucionales, el fomento de una cultura de proyectos dentro de las instituciones, la profesionalización de los recursos humanos directamente vinculados a las unidades responsables por la internacionalización, el empoderamiento de los servicios de relaciones internacionales dentro de la estructura institucional, una mejor gestión de la información de interés para las actividades de internacionalización y el monitoreo y evaluación sistemáticos del impacto de las acciones internacionales son algunos de los aspectos más importantes que deberán ser promovidos a nivel institucional si se quiere transformar el panorama  desfavorable existente en estos momentos para las universidades latinoamericanas en su puja por abrirse un espacio en el competitivo mercado de la educación superior internacional.



Conclusiones

De alguna manera, el panorama imperante nos hace pensar que en muchos aspectos la educación superior latinoamericana no ha sido capaz de quitarse de encima el lastre de sus orígenes coloniales. En su ADN parece permanecer aún inoculado el síndrome de la periferia. Mientras no se disponga de una estrategia clara, de una agenda propia, no se invierta en el desarrollo de las instituciones y se continúe considerando esencialmente a la internacionalización y la cooperación internacional como medios para obtener fondos de terceros que financien las actividades propias será bien difícil para América Latina despegar en materia de internacionalización porque se continuará apostando por un modelo que nace cautivo, cercenado, dependiente y carente de autonomía.

Como señala Jane Knight en el libro antes referido (p.14): Sin una clara y precisa definición de políticas, un plan de estrategias y un sistema de monitoreo y evaluación, el proceso de internacionalización es con frecuencia una respuesta ad hoc, de reacción y fragmentada al abrumador número de oportunidades internacionales disponibles”. Oportunidades que ni siempre tributan a las prioridades, necesidades e intereses de nuestras instituciones y países.

En lo personal, soy un convencido de la capacidad y enorme potencial existente en América Latina. Creo sinceramente que existen condiciones para obrar grandes transformaciones en la región y no tengo dudas del rol protagónico que deben desempeñar las universidades en ese proceso. Esperemos que los líderes políticos de la región tengan la visión para conferirles el apoyo que estas requieren, que los directivos universitarios tengan la capacidad de impulsar los cambios que son necesarios y que las comunidades universitarias tengan la fuerza y el vigor suficiente para asumir el enorme compromiso de construir una universidad latinoamericana acorde a estos tiempos. 

1 comentario:

  1. Carlos Alberto, estoy de acuerdo con tu artículo. En mi modesta experiencia, en muchas IES de América Latina, existen carencias de políticas y planes institucionales en materia de internacionalización, aunque paradógicamicamente tenga visibilidad internacional o actividades internacionales, pero como sabemos eso no es internacionacionalización de ES.

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